Ahí o aquí

Ahí te quedas, con tu agonía y tus manías, con tus noches sin luna, con tus preguntas sin respuesta. Aquí me quedo, contemplando la sonrisa que no vacila, la llamada que no se pierde, el cariño que se termina.

Ahí te dejo, esperando junto al árbol que se agita, cantándole a las estrellas, desflorando vergeles que se marchitan. Aquí me dejo, al lado del amanecer que me calienta, derrotando lo imposible, deshaciendo la maleta.

Ahí te abandono. Frente al mar, mientras descifras las olas mordiendo el polvo que nunca echamos, calmando ansias, cegando dudas. Aquí me abandono, entre líneas que se difuminan, pobres y orgullosas, aunque estén malheridas.

Ahí te renuncio, visitando las horas, viéndolas morir, acampando a la vera del hastío de un nuevo mañana sin presencia. Aquí me renuncio, al lado de mi veteranía y mis rarezas, de mi inmadurez imprecisa, de mi imprecisa tristeza.

Ahí te descuido, te marcho, te alejo, te cedo, te prescindo. Aquí me cuido, me marcho, me alejo, me concedo, y te prescindo.

Ahí… aquí…

Me sobran 2500 palabras para expresar lo que pienso

No ha pasado mucho tiempo desde que empecé a plantearme que la vida es un hervidero de cúlmenes existenciales que derivan hacía una razón desazonada de rendimiento académico. Sí, rendimiento académico. Ese pequeño quebradero que me trae de cabeza. Y, que por él, a veces, sería capaz de lanzarme desde ella. Pero no por la ventana, ¿eh? Yo, ni tengo hipoteca ni pienso vivir desahuciada. Aunque ya haga unos años que el sentimiento de desahucio embargue los saldos que balancean las cuentas corrientes de mi cuerpo.

Descubrí, no hace mucho también, que eso que la gente llama felicidad yo lo encuentro simplificado a una ecuación de primer grado en el que la X se divide por el propio peso de las acciones. Se resume en el equilibrio. Y se despeja cómo si fuera la parada decisiva de una tanda de penálties en la final de un mundial. Pero no de fútbol, que eso atonta a las masas.

Es la moralidad esquematizada al encuentro con uno mismo. La ética de saber que se es fiel a unos principios, sabiendo también hacia donde se dirigen tus pasos sin importarte cuál será el final del camino.