Las cosas claras

Hay personas que provocan sentimientos y sentimientos que provocan a las personas. Sin embargo, dentro de esa catalogación también hay personas que no saben interpretarlos o interpretarse. Es triste ver cómo se escapan los anhelos por la espontaneidad, inmediatez y la falta de contexto que otorga la virtualidad en las relaciones 2.0. Igual que también es triste dejar de lado lo importante por centrarte en quien no sabe valorarte.

Y continuando por ese camino te diré que el que no te llame o escriba no significa que no me acuerde de ti. Al igual que el mandarte mil mensajes al cabo del día no significa que esté obsesionada contigo. Es, simplemente que hago lo que me sale en cada momento. Si me sale decirte «te echo de menos», te lo digo, porque lo siento. Al igual que si no te digo nada no significará que te esté echando de más.

Pero ante todo, y contradictoriamente a lo arriba expuesto, una de las cosas que más me irrita es la ambigüedad. El que me digan que sí, pero luego no, el que no sepan interpretar o apreciar o leer el alma de quien tienen enfrente, como en mi caso: transparente y tajante; a ratos paciente, aunque a ratos desafiante. El orgullo me puede. Lo sé, y lo admito, es un virtudefecto que tengo. Sin embargo, también soy un ser humilde y consecuente, un ser del que sus labios jamás saldrá un ‘te quiero’ que no haya salido antes su corazón; o un ‘lo siento’ que no haya sentido primero.

No me gustan las medias tintas, ni me gustan las historias sin final. Soy así: radical. Me gusta llegar a la raíz de las cosas para profundizar, para conocer y entonces poder opinar, razonar, disfrutar, abrazar, repudiar o rechazar.

Porque soy así de ‘tonta’, oye… me gustan las cosas claras.

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