A mí me gusta el rosa

Cómo me gusta?

Como ese viaje en carretera.

Apenas tendría seis años y, sin embargo, a pesar de peinar canas mientras escribo estás líneas, recuerdo hasta el olor a pino en el camino. Aún siendo una niña.

Veníamos distraídas. Y también un poco enfadadas.

Tú: madre.

Yo: hija.

Siendo selva, como siento vida.

Me golpea como a un pelele. Mi alma, imbátida a estas alturas, aún trata de recomponer los pedazos de «te lo dije», que vuelan por el aire… A cien mil sueños no cumplidos de mi cuerpo.

Todavía.

Y llega él. Ese cabronazo al que nunca invitamos. Y, sin embargo, termina solucionando la fiesta para bien.

Tan sólo en nombre del vicio.

A mí, me gusta llamarlo el ángel del pensamiento moribundo. O ese.

Ese:

Al que se la pone dura hacer mella y abrirse paso en mitad de un día casi perfecto.

Ese:

Al que le das las buenas noches, con miedo, pensando en que no te joda un nuevo saludo al sol.

Ese:

Que no pregunta pero que, si lo escuchas estableciendo axiomas, no sabes si quieres abrazarlo o apuñalarle mientras suena Bohemian Rhapsody.

«Despierta, transmuta, revuelve y quema. Solo llevamos cuatro. Y miles de tréboles nos quedan». Dijo madre.

A la misma que intercambiaba unas monedas por esa libertad en forma de dragón que me había cautivado unos minutos antes.

Miles de lunas después del hallazgo entre Almería, Granada y mi alma en versión carretera secundaria… Vi la luz.

Una luz que se sintió como el abrazo de ella que, aún estando ausente, invitaba a sentir que su amor es tan grande como las de un jodido dragón que sobrevuela tu universo… Uno lleno de mil colores. Y, aunque no escupe fuego. Porque a veces es dragón y a veces solo atesora monedas, principalmente de esperanza, en pro, de un futuro mejor.

Y ahí, mi alma se convierte en bestia. Y ahí, mi alma me invita a cabalgar hacia el horizonte más salvaje de la realidad a este lado de mis ojos. Y a realidad llena de pensamientos en la que no existen los «y si…».

Esos pensamientos que tenemos a un sólo decreto de distancia para manifestar lo soñado y, sin embargo es, ese mismo, el pendenciero y puñetero, el que nos condena a seguir pensando, pensando y pensando, en vez de accionando, accionando y accionando…

Hasta que el dragón vuelva a batir sus alas para volar y arrasar tu universo. Sea del color que sea.

Aunque, a mí, me gusta el rosa.

The Butterfly Effect

Un prorverbio chino dice que «El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo». Y cuánta razón tiene.

Durante mucho tiempo, algunos, hemos vivido en la oscuridad más absoluta de nuestra alma, completamente desconectados de quiénes somos y de a qué vinimos a este mundo. Desconectados de un propósito más allá del de satisfacer nuestras necesidades corpóreas, físicas y materiales. Pero, amigo, permíteme decirte, que de la oscuridad,al igual que de un IKEA, también se sale.

Y entonces ocurre algo mágico dentro de ti. Un día te despiertas y empiezas a cuestionarte por qué haces esto y no lo otro, cuáles son tus pasiones, qué es lo que te mueve entre tanta vorágine. Y has de preguntártelo si no quieres terminar siendo un ser gris, un alma en pena que navega los océanos de este mundo sin timonero a la vista, perdido entre tanto caos y tanta inmensidad.

La Tercera Ley de Newton nos habla de que «con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria«. Para mí, el efecto mariposa es, precisamente eso: una cuestión de acción-reacción. Si siempre obtienes los mismos resultados aplicando la misma fórmula y el problema no se soluciona, cambia de enfoque y de perspectiva, amplia tu horizonte, transfórmate, altera tu patrón de pensamiento y, sobre todo, elimina lo que ya no te sirve. Es como esa oruga que, durante semanas, vive inmersa en la oscuridad de su crisálida hasta que un día, rompe la ninfa que la contiene y vuelve a nacer, apareciendo ante el mundo transformado en un nuevo ser, en una bella mariposa que revolotea grácilmente y alegra los corazones de todo aquel que tiene la oportunidad de poder observar su vuelo.

No podemos dejar atrás lo que nos limita si antes no cortamos con nuestra propia autoconcepción. No podemos convertirnos en mariposa si seguimos pensando que no somos merecedores de unas alas para volar. Y, sobre todo, no podemos dar amor a nadie si antes no nos lo damos a nosotros porque, amigo, no se puede dar jamás lo que no se tiene.

Date amor, aprende a poner límites, elígete como el protagonista de tu vida, coge el timón del barco que navegas y no dejes que las fuerzas externas te lleven a la deriva. El único dueño de tu destino eres tú. Así que no desaproveches esta oportunidad única que se llama VIVIR. Y vuela, vuela tan alto como quieras.

El límite es el cielo.

Presente

Ahí es cuando te das cuenta que todo cansa. Cansa la indiferencia, la frase no pronunciada. Cansan las palabras, no por lo que dicen sino por cómo se dicen. Cansa el ansia en el buscar cuando no encuentras refugio en tu lugar.

Y las promesas. Los te quiero como balas que atraviesan y esconden unas ganas de ser abrazada. Pero por una misma. Reflexionas.

Yves que todo transmuta, evoluciona y cambia. Y al fin descansas. Porque ya no luchas por el resto, sólo por ti. Los te quiero se vuelven cafés con una misma, tardes de Netflix y viajes a tu bola.

La vida se torna en un culebrón escrito en servilletas con bordes rosas, filigranas y odas a una misma. Al coño que se deleita a cada paja.

Esa mujer que se creía perdida se crece para descansar. La ruleta de su día a día es no pensar, nunca más, en algo que no sea lo que tiene delante.

Cruza los dedos para no sentir más cansancio.

At 8.44 am

Idealizar es la antesala a la decepción. Expectativas que sólo existen bajo la mirada moldeada de tu mente. Amar algo que no existe, que solo es un reflejo, una cáscara que rellenamos de significado para significar nuestro propio vacío.

Jornada de reflexión

Llegó la hora, el minuto, el segundo decisivo. Llegó la certeza que derrumba toda la incertidumbre previa y, como un arcoiris que desaparece, me retuerzo en estas letras para escapar de mi cabeza. De la hora, del minuto… de la decisión.

Te pienso, te toco, te veo, te rozo con los dedos. Me estremezco rememorando esos quebrantos que quedaron en tientos, en cuentos del todo a cien, en zapatos cubiertos de polvo mientras caminas sin aliento. En sueños escondidos, malhablados, estremecidos, pisoteados… Mas sé que no son odas. Son ideas, son certeza. Son esperanza.

El mañana es una palabra tan vaga como el amor. Y queremos llenarla de absolutos. Absoluta falta de la misma nos aguarda, nos empuja y nos obliga a establecer un punto de inflexión para otorgarle significado.

Qué significa ser verdad? Qué concedes cuando permites? Qué se repite cuando concedes?

Reflexiono a horas de una decisión que no puedo controlar y, quizás, eso sea lo más maravilloso de este viaje, no saber lo que la vida me tiene preparado, aún sabiendo que el camino, allá donde las baldosas amarillas de mi corazón se posen, me conducirán a lo que conmigo permito a cada rato…

Y no es más que un momento tan fugaz como una vida.

Yo la llamo felicidad.